La educación contable básica inicia con dos fundamentos: los activos y los pasivos. Tener claros estos conceptos es muy útil para manejar nuestras finanzas personales en la vida cotidiana.

Para una empresa, sin importar que sea comercial o financiera, sus activos son lo más importante, es decir, todos aquellos recursos que componen su patrimonio. Igual ocurre con las personas.

Hay activos físicos tangibles y financieros intangibles. Es decir, podemos tener propiedades como una casa o un auto o ahorros en el banco. Ambos son muy importantes, pues implican que se tiene la disciplina de pensar en el bienestar financiero personal y familiar.

En cambio, los pasivos son las deudas o compromisos que tanto empresas o personas contraen como un mecanismo de financiamiento a corto, mediano o largo plazo. Tenerlos no es negativo, el problema es no saber manejarlos y perder el control sobre ellos.

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Para poder ahorrar de forma efectiva hay que tener activos y saber distinguirlos de los pasivos. La confusión entre conceptos puede llegar a afectar tus finanzas personales. Quizá tienes dudas si las viviendas constituyen un pasivo o un activo, si tener un empleo fijo es un activo si es mejor invertir el dinero o solo tenerlo guardado en el banco.

Podemos definir un activo financiero como todos aquellos bienes, propiedades y herramientas que pueden convertirse en dinero contante y sonante. Se trata de una forma de ahorrar que no implica guardar el efectivo debajo del colchón, sino convertirlo en instrumentos que resguarden su valor y lo protejan de la inflación, con el fin de obtener mejores beneficios a futuro.

Pero hay que tener cuidado, porque si confundes el pago de tu hipoteca con un activo estás incurriendo en un error, pues los pasivos son todos los bienes e instrumentos que nos generan egresos constantes. Son las obligaciones de pago, las deudas, los compromisos adquiridos, los impuestos, las compras y gastos regulares que hacemos.

Muchas personas no entienden que varias de las cosas que consideran un activo son un pasivo, en tanto no se logra adquirir definitivamente el bien o la propiedad que están pagando.

Otro ejemplo es el de los vehículos particulares que puede parecer un activo para una persona que lo compra con la finalidad de venderlo dos años después, pero no toma en cuenta la devaluación del auto, esto sumado a que le generará gastos por uso de combustible, repuestos y mantenimiento, es decir, egresos constantes.

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¿Cómo lograr el balance entre pasivos y activos?

Pasivo y activo no son del todo diferentes. Tienen elementos en común. Ambos comparten que para adquirirlos hay que gastar dinero. Pero, en un caso, las salida de dinero es solo eso y, en el otro, el gasto se convierte en inversión.

Acá unos ejemplos prácticos. Comprar un celular de última generación será un pasivo, porque con el tiempo se devalúa más aún, si compraste la versión más costosa de un modelo que quizá no necesitabas. Sin embargo, si compraste el teléfono porque tienes un trabajo que te exige tener un dispositivo determinado, entonces tienes un activo, pues el dinero gastado se compensará con el ingreso fijo y constante de tu empleo.

En el caso de la vivienda también hay que ponerlo en perspectiva, porque si compraste una casa, será un activo que durará toda la vida. Sin embargo, el mantenimiento y los servicios del inmueble nos generarán egresos, por lo tanto tendremos un pasivo. Aunque al ser propietarios, habrá la opción de venderlo o rentarlo para generar ingresos. Así que saber identificar y manejar tus activos y tus pasivos se traduce en salud financiera.

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Diferencias entre activos y pasivos financieros

Los activos financieros son esos servicios que se ofertan para poner a trabajar el dinero que tienes ahorrado en el banco. Su principal ventaja es que están diseñados para ganar con los intereses y, aunque pueden fallar en su rendimiento, resultan menos riesgosos que apostar por otras alternativas.

Los pasivos financieros son las deudas o compromisos contraídos por el uso de tarjetas de crédito o compras a plazos. Hay que aclarar que tener historial crediticio es importante. Así es como se construyen los antecedentes financieros que permitirán tener una buena calificación ante las centrales de riesgos.

Los registros crediticios no son necesariamente negativos, pues manejar buenos números como un deudor que cumple con los compromisos contraídos —y los salda a tiempo— es la mejor garantía para los fiadores.

Sin embargo, cuando no planeamos nuestros pagos, entonces los gastos o los pasivos se pueden salir de control. Si los intereses provocan que las deudas sean impagables, lo mejor será recurrir con los especialistas que nos asesoren sobre cómo manejar nuestras finanzas personales.

Antes de que pierdas liquidez, lo mejor es acudir con la institución financiera que te dio el crédito para solicitar un nuevo acuerdo de pago. Ahora bien, si ya es muy tarde para negociar con el banco e incluso ya te reportaron en las centrales de riesgo con una calificación negativa, puedes recurrir a una reparadora de deuda.

Los deudores han encontrado en las reparadoras de crédito una solución a sus problemas financieros. Se trata de empresas que diseñan planes de ahorro a la medida de los ingresos de sus clientes y eso facilita hacer abonos a sus adeudos hasta liquidarlos. Esto sumado a que aprender a hacer un buen manejo de activos y pasivos, los rehabilita financieramente para volver a ser sujetos de crédito.

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